diumenge, 29 de gener del 2012

Es pot viure millor sense Déu?



L'atzar ha fet que la meua germana m'envie anit dissabte una reflexió del teòleg i periodista Juan Arias. Vull compartir-la amb tots. Aquesta visió d'Arias sobre Déu la coneixia fa temps, però he pensat copiar-la per si us fa tres céntims per allunyar fantasmes, per cercar felicitat. No existeixen d'altres intencions, tan sols compartir.

¿SE VIVE MEJOR SIN DIOS?

JUAN ARIAS 12/10/2011

Me pregunta un amigo por qué en tiempos de crisis, incluso las económicas como en la actualidad, el ser humano se refugia más en la fe en Dios. Difícil responder a esa pregunta, ya que para mí si Dios sirve para algo debería ser para los tiempos de alegría y felicidad, no para los tiempos del miedo.

Los padres del científico y escritor Leonard Mlodinov se salvaron de las garras del Holocausto. Él mismo salvó su vida el fatídico 11 de septiembre, en los bajos de una de las Torres Gemelas de Nueva York cuando se hundió. En una entrevista reciente le preguntaron en Brasil qué sentía al saber que Dios había salvado milagrosamente su vida y la de sus padres. Respondió: "No fue Dios, sino el acaso". Y añadió: "¿Qué Dios sería ese que salva a mis padres del nazismo y deja morir a seis millones de otros judíos?". "¿Qué Dios sería ese que me salva del atentado terrorista de Nueva York y deja morir a otras 3.000 personas?". Difícil encontrar a Dios en los escombros de la muerte.

Lectores que no conozco suelen preguntarme, unos con respeto, otros, menos, si pienso que sin Dios se acaba viviendo mejor. Escribí hace 40 años un libro que se titulaba El Dios en quien no creo. Había sido el título de un artículo publicado en el desaparecido diario Pueblo de Madrid. Se les había colado a los censores franquistas. Quizás porque pensaron que si hablaba de Dios no podía ser nada subversivo. Lo era para la España católica y cerrada de entonces.

Me citó a su despacho el entonces arzobispo de Madrid, Casimiro Morcillo. Me dijo que el artículo estaba ayudando a los españoles a hacerse ateos porque afirmaba entre otras cosas que si Dios existe no podía existir el infierno y que no podía curar a unos y dejar morir a otros. Le mostré la carta que acababa de recibir de un matrimonio joven, en la que me decían que habían recortado el artículo y conservado para cuando sus dos hijos pequeños fueran mayores. "Nosotros no somos creyentes, pero si nuestros hijos un día quisieran creer, nos gustaría que creyeran en ese Dios irreconciliable con el infierno", decían.

No sirvió de nada. Desde aquel día, además de la censura franquista, la Iglesia de Madrid me impuso otro censor para mi columna de Pueblo, que se titulaba Las cosas claras. Sobre aquel libro, nacido de aquel artículo y traducido hoy a 10 idiomas, dos señoras encopetadas, cuando volvía en tren de Asís, donde había sido publicado, mirando con recelo la portada, me preguntaron: "¿Ese libro es a favor o en contra?" "Eso depende, señoras", les respondí.

Cada vez que hoy me preguntan si creo que es mejor o no creer en Dios suelo responder que eso no tiene importancia, ya que si existiese Dios, lo importante sería que él creyera en nosotros, como me había dicho monseñor Romero, quizás en su última entrevista antes de ser asesinado a tiros mientras celebraba la Eucaristía.

¿Se es más feliz sin Dios? Depende, señores. Difícil sentirse libres y realizados con el Dios al que aman y adoran los dictadores -con los que, por cierto, la Iglesia siempre se ha entendido mejor que con los demócratas-; difícil con el Dios absolutista incompatible con la democracia o con el Dios que recela de la sexualidad.

Es difícil que las personas, jóvenes o adultas, no lleven dentro de sí la sombra de un Dios castrador, aquel del que en un colegio de religiosas la madre superiora había escrito en los retretes de las alumnas: "Dios te está mirando".

El famoso poeta brasileño João Cabral de Melo Neto, cuando estaba para morir, quiso hablar con un sacerdote de la Teología de la Liberación. Le confesó que era ateo, pero que en aquella hora final lo asaltaba el miedo de "aquel infierno del que me hablaban de niño en la Iglesia". El teólogo le dijo que, además de no existir el infierno, un poeta nunca tendría lugar en él. Aquel teólogo era Leonardo Boff, condenado al silencio por el entonces cardenal Ratzinger y hoy papa Benedicto XVI.

El Dios del miedo es el Dios que no merece existir. El miedo es argamasa humana, es el arma de todos los poderes de la Tierra, no tiene nada de divino. Es tirano. Solo la felicidad es liberadora. El miedo es usado y abusado por las Iglesias institucionales. Jesús nunca impuso miedos a los que le seguían. Se los quitaba. Él los tuvo también. Tuvo miedo de morir, sudó sangre ante la inminencia de su muerte, pidió explicaciones a Dios de por qué dejaba que lo mataran si era inocente. Y de él tuvieron miedo los hipócritas y los poderosos, nunca los arrinconados o indignados.

Aquel profeta tenía solo un pecado: no creía en el sufrimiento ni en el dolor ni en la muerte como armas de redención. No soportaba ver sufrir a nadie. No le gustaban los muertos y los resucitaba. Nunca pidió a sus apóstoles que hicieran ayunos y penitencias, ni que fueran héroes o vírgenes. Estaban todos casados, como él.

Y no fue un profeta fácil: exigió, con naturalidad, algo que nos parece locura: devolver bien por mal. Sabía que la felicidad -que era su única teología- se engendra en la paz y no en la guerra, en el perdón y no en la venganza.

¿Se vive mejor sin Dios? "Depende, señores". Sin el que ofrecen las iglesias que no te permite morirte en paz, ni hacer el amor sin que te espíe como un policía, se vive mejor. Se vive mejor sin el Dios que pretende adueñarse de lo más sagrado del ser humano: su libertad y su conciencia. Por lo menos, sin él, se vive sin menos miedos, que no es poco.

¿Y con el Dios en el que creía monseñor Romero cuando lo acribillaron a balas en el altar por defender a los pobres contra el poder, se vive mejor?, se preguntarán algunos. ¿Se vive mejor con el Dios que apuesta siempre por los que pierden, el Dios de aquel Jesús que no solo perdonó en la cruz a los que blasfemaban contra él, sino que hasta los excusó: "Perdónales, porque no saben lo que hacen", expresión máxima del amor supremo que no humilla ni cuando perdona?

Creo que como mejor se vive es siendo fiel a la voz de la conciencia, más severa que las leyes porque no es posible burlarla, y que constituye la única fuente de libertad. El cardenal Newman, convertido del protestantismo al catolicismo, fue un defensor del primado de la conciencia sobre la ley. En la Carta al Duque de Norfolk cuenta que, si se viera obligado a hacer un brindis, lo haría "primero a la conciencia y después al Papa". Newman tiene una frase que aún hoy, después de dos siglos, sigue poniendo los pelos de punta a la Iglesia y a los teólogos tradicionales: "Prefiero equivocarme siguiendo a mi conciencia, que acertar en contra de ella". La Iglesia defiende, al revés, que la conciencia debe ser antes formada. Por ella y con el miedo, claro.

¿Se vive mejor sin Dios? Depende. Quizás se tenga a veces la tentación de creer en alguien más que humano, capaz de exorcizar la crueldad que siembra de muertos inocentes el planeta, la que pisotea a los que no tienen poder, la que exalta a los aprovechados, la que discrimina a los diferentes, la que violenta a los niños, la que quiere imponer a su Dios, la que humilla a la libertad. Pero ese, ¿no será más bien el Dios de nuestros sueños?

Se podría vivir mejor solo con el Dios -si existiese- capaz de quitarnos a los mortales el miedo supremo de la muerte, sin la cual, curiosamente, dejarían de existir las religiones, como afirmaba Saramago. Se viviría mejor con el Dios que no nos prohibiese soñar. ¿Existe?

Josep Lluís Abad i Bueno Imprimir

dijous, 26 de gener del 2012

Poesia i vida



Parlava amb una amiga pel xat...

Li vaig comentar:

"La poesia és com una màscara, millor dit, possibilita -com si estigués en una representació de teatre- que puga dir allò que pense sens cap por al ridícul. Amb ella visc realment la vida; sense ella vagarege pels dies rutinaris com una trista ameba en un solitari toll d'aigua: estancat".

Me n'he anat a dormir recordant el seu vestit de terra-mel. En aquells moments m'ha fet feliç aqueixa imatge i la conversa humil.

Josep Lluís Abad i Bueno Imprimir

dilluns, 23 de gener del 2012

Capvespre i jardí al teu costat


A la dona dels núvols.



Perd el temps i les hores passen, com el sol, sobre una pell que no sempre enganxa, amb les paraules, la bellesa.

El món s'enfonsa i em submergisc -cada cop més blau- als braços musicals del teu record, perenne i solitària esperança.

- Poeta, ara diuen que has escrit contra Déu; digues-nos on l'has trobat, amb quina roba se t'ha fet present, humà tu, oh vanitós! Haurà estat amb l'única imatge possible, la teua?

- Mesclem paraules amb la il·lusió que la combinatòria faça córrua d'intel•lectuals, moda efímera. Però no et mentisques: ets més cor que vocabulari i et desfaràs arena al vent.

Déu no és cap projecció, ni el fractal d'un somni; tampoc l'esbós de tot allò que raonaràs.

Déu podria abillar-se amb les mans quan rentes llençols o parles, Déu s'abilla si pares taula o bull l'arròs; em fa l'ullet quan véns nua de prejudicis i estudies, lliges la mel dels qui mirem o fas la compra.

Déu, l'apunt del teu somriure de maragdes, la melodia llunyana del saxòfon entre els núvols, aqueix color abans del tremolor definitiu, callat, per sempre més, de la memòria.

Déu, amb tu, habita el silenci. I, també, aqueix calfred sagrat d'un capvespre sense sol si reculls, d'aquest alè, les seues roses.

Josep Lluís Abad i Bueno

Agrair la fotografia a Jaime Serrano. Imprimir

dissabte, 7 de gener del 2012

Trajectes del desencís



L'havia donat com perdut.

Havia estat un regal de l'amic i poeta Manel Pitarch i en el Pòrtic d'una primera lectura desaparegué. Me l'havia fet arribar després d'haver mostrat interès pel títol. Vaig haver d'esperar -i no mitjançant el carter tal com m'havia dit dies arrere- i ja no hi era. Ell me'l donà en mà i, passades unes llunes, les seues lletres s'esvaïren dels ulls.

I viatjava amb mi al treball, al costat de Plató i vídeos primitius d'australopithecus i sapiens. Dormia en aparadors polsosos, tapat per una ampolla trista d'aigua que no es podia vessar al seu damunt. Tot allò que feia era com un Trajecte de paraula, com la troballa d'un bitllet que em conduïa al cor del meu estimat poeta... Però en aquella sala que semblava un ventre de bal·lena on cabia tot l'univers tan distint, tots tan distants, amb les cabòries personals i projectes no compartits, jo pensava que l'havia pogut soterrar i, sense cap malícia, fer cap al contenidor dels papers perduts.

Beneïda mà la del personal de neteja que pogués haver-lo fregat!

L'havia donat com perdut.

Havia regirat la casa del carrer secà d'Aín, al costat de les prestatgeries de melmelada on una imatge fugaç pugnava per retornar de l'oblit una vegada rere l'altra. Però no, havia pujat amb deler per comprovar-ho, per si de cas el Trajecte de la passió s'haguera volgut disfressar de la dolcesa de les móres. Però tan sols hi hagué aire rere els pots de cristall, espai i llum; moltíssima llum...

L'havia donat com perdut.

Un capvespre d'aquest estiu ballaren en mi alguns pensaments relacionats amb una tornada sobtada a casa: tenia un cansament lent, paregut a l'ombra que fuig de les faroles si canten els grills nocturns. Al llindar del somni barallava el Trajecte de l'existència, el sentit dels dies, esborrats com el llibre desat sobre aquell banc de pedra a l'horabaixa. A l'endemà, en obrir els ulls, no podia distingir de cap de les maneres si tot havia estat real o una mena de pèrdua grisa de consciència.

Avui he somiat que em despertava i sobre la taula dormia el poemari. Delerós, he obert ple de por i a l'atzar una pàgina: no s'havien perdut les paraules. He tancat els ulls i, escrits, he pogut llegir aquests versos:

"Sempre admire el teu gest, monosil·làbic,
cada cop que m'obres complaent els braços.
Recorrem els viaranys pactats de la luxúria
ungida de vermell, en un llenç minimalista.
Vam escriure súpliques amb les primeres passions.
Altres en tenen prou en dir-se paraules.
L'Amor, en canvi, només té quatre grafies."

Al capdavall, l'he retrobat.

Josep Lluís Abad i Bueno Imprimir